Son las tres de la madrugada en gran hospital de una ciudad. Un hombre de 40 años ingresa con graves heridas en el cráneo tras un accidente de tráfico: se le diagnostica muerte cerebral (inconsciencia irreversible y pérdida de la capacidad de respirar).
El fallecido era un ex atleta que no fumaba. Llevaba gafas, pero, salvo esa, no tenía ninguna otra limitación o discapacidad. Se le declara legalmente muerto, pero los médicos lo conectan a un sistema que mantiene el flujo sanguíneo y la respiración. La mayoría de sus tejidos y de sus órganos todavía son capaces de funcionar en otra persona después de un corto período de preservación y pueden ser transplantados.
Este hombre era donante de órganos. En el momento que el familiar más próximo a la víctima da el consentimiento, el coordinador de transplantes del hospital se pone en marcha. Muchos centros de transplantes reciben un mensaje: "Disponible: hígado, páncreas, corazón, pulmones, dos riñones y piel". Inmediatamente, suena el teléfono del coordinador. Un hospital a 1000 km tiene un potencial receptor de riñón y páncreas: es una chica de 20 años diabética cuyo páncreas no produce insulina y que también tiene fallo renal.
A partir de entonces el tiempo es decisivo. Perder segundo en este momento, desde que se produce la recuperación del órgano hasta que la sangre del receptor está fluyendo por él, podría significar la muerte. Todos los órganos tienen un tiempo límite: un riñón puede permanecer viable más de 48 horas, pero el páncreas puede ser almacenado solo durante 24 horas.
Los hospitales permanecen en contacto por teléfono durante todo este tiempo, y a los pacientes receptores se les prepara para la cirugía del transplante. Los órganos viajan en avión o por el medio más rápido y se efectúan órganos enfermos por los del donante.
Después de la operación de implante, para evitar el rechazo inmunitario, se administran unos fármacos llamados inmunosupresores, que disminuyen la respuesta de defensa del receptor. Auque esas sustancias han hecho posible los transplantes, tienen muchos efectos secundarios; por está razón es mejor administrar la menos dosis posible. Y a mayor compatibilidad entre donante y receptor, menor cantidad de inmunosupresores.
Ciertos receptores de órganos más complejos, como el corazón, han de ser controlados de forma continua, por lo que un transplante de corazón se considera un tratamiento más que una cura. Tienen que tomar medicamentos de por vida, pero pueden vivir como si no tuviesen la enfermedad.
Con todo, más de cien mil transplantes realizados en el mundo y medio siglo de aplicación de una técnica son razones más que suficientes para que se acepte como rutinaria.
La consecuencia es que la demanda va muy por delante de la disponibilidad de órganos. El equilibrio solo podrá lograrse mediante la combinación de varias medidas educativas o legales que lleguen a permitir la recuperación de todo órgano aceptable desde el punto de vista médico.
Estas razones han hecho crecer el interés por el uso potencial de donantes animales, lo que se conoce como xenotransplantes; pero no aportarán una solución práctica al problema de la escasez de órganos hasta que las barreras inmunológicas que dificultan el transplante entre especies se solucionen. El animal que se perfila, como candidato ideal es el cerdo: crece con rapidez, es prolífico, los costes de su mantenimiento son mínimos y puede ser manipulado genéticamente. Su similitud anatómica y fisiológica con el ser humano hace posible la compatibilidad funcional entre ambas especies.
Y aún más allá, al margen de los xenotransplantes, el futuro mira hacia los autotransplante que harían posible las células madre, cuya potencial capacidad para generar órganos completos suprimiría los problemas de disponibilidad de órganos y de rechazo del receptor.
Utilización de células madres embrionarias, pueden ser directamente embrionarias o utilizar células madreas a las que se le introduce el receptor.
Se coge un óvulo y se le quite el núcleo adulto se pasa a cigoto y forma un embrión del adulto.
Se podría crear un Clon pero está prohibida la clonación reproductiva.
En España hay un gran número de donantes y en Andalucía donde mayor número de donantes.
Premios Nobel por los transplantes
Nueve premios Nobel jalonan la historia de los transplantes. Como sucede en casi todos los inventos y logros humanos, conseguir que sea posible el transplante de órganos y tejidos es fruto del trabajo de muchas personas, pero puede considerarse al cirujano francés Alexis Carrel (1873-1944), como el padre de esta técnica, pues él resolvió los principales problemas quirúrgicos que implica.
http://es.wikipedia.org/wiki/Alexis_Carrel
A comienzos del pasado siglo, en 1902, publicó su técnica para el empalme de venas y arterias, y en 1901 demostró que estas podían guardarse en frío para su posterior implante.
Sus primeras experiencias de transplante las realizó con perros, e informó de ellas en 1908. Extirpó dos riñones y más tarde volvió a reimplantar uno de ellos a un animal que continuó viviendo sin problemas. De está manera demostró que podía interrumpirse durante unos minutos la circulación de la sangre en el riñón y que este volvía a funcionar después de coser los vasos sanguíneos y uréteres.
En 1912 recibió el premio Nobel en reconocimiento a estos trabajos, que demostraron que el riego sanguíneo necesario para la vida de los órganos puede restablecerse si se enlazan de forma adecuada los vasos sanguíneos. Para admiración de su tiempo, Carrel consiguió unir no solamente las venas y arterias de mayores diámetros sino otras más delgadas "que una cerilla", cosiéndolas con finas agujas y controlando el flujo de sangre en ambos extremos. Los animales sobrevivían sin problemas, de modo que en 1914 Alexis Carrel llegó afirmar que los aspectos quirúrgicos de un transplante estaban resueltos, y que los de humanos serían posibles.
Sin embargo, los transplantes de riñón realizados de perros a otro distinto daban con frecuencia resultados muy diferentes. Un animal pocas veces aceptaba el riñón de otro, sino que lo rechazaba.
Carrel no utilizó esa palabra, pero concluyó que había una "fuerza biológica" que se oponía al transplante de órganos entre individuos. Aquella destrucción del injerto se debía a un proceso biológico diferente del infarto, la necrosis, la infección o la inflamación.
Los transplantes en humanos no llegaron a ser una realidad hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se pudo comprender y controlar en parte el mecanismo del rechazo.
Una persona que nos ayudaría a comprender el mecanismo del rechazo, el investigador y divulgador Peter Medawar (1915-1987), a finales de los años cuarenta del pasado siglo afirmaba que aquella fuerza biológica de Carrel "impediría siempre el transplante de una persona a otra".
Medawar, que trabajó sobre todo con transplantes de piel, se dedicó a estudiar de manera sistemática los injertos de tejidos y demostró que la reacción del injerto es un fenómeno de tipo inmunitario, y que el esquema inmunológico celular es una expresión de la constitución genética del individuo.
El rechazo era un proceso inmunitario causados por
las diferencias en la constitución genética que había entre el donante y el
receptor.
Las observaciones de rechazos de tejidos llevaron a su compañero, Frank MacFarlane Burnet (1899-1985), premio Nobel en 1960, a establecer una teoría general del sistema inmunitario. Este es uno de los medios de defensa del organismo más importantes, clave para la supervivencia del individuo y de la especie.
Es imprescindible que los tejidos sean capaces de identificar de forma inmediata una sustancia como extraña y potencialmente peligrosa, y es importante asimismo que no reaccionen en contra de las sustancias del propio cuerpo.
El hecho de que nuestro organismo pueda distinguir entre lo que es propio y lo que es extraño es el problema centralde la inmunología. Esta capacidad no se hereda, sino que se desarrolla durante el desarrollo fetal y hasta unos meses después del nacimiento.
Este señor dio la teoría general del sistema inmunitario, es el que explica el funcionamiento del sistema inmunitario.
Como principal sistema defensivo de los animales que era el principal causante de los rechazos.
A una mayor comprensión del sistema inmunológico contribuyeron también los trabajos de los científicos que recibieron el Nobel en 1980, Baruj Benacerraf (hijo de judío español que tuvo que luchar para entrar en la universidad americana), Jean Dausset (un francés con gran experiencia en transfusiones) y George Snell (entusiasta de la investigación con ratones).
Estos tres científicos realizaron descubrimientos relativos a las estructuras de la pared celular que regulan las reacciones inmunológicas. La superficie de las células de nuestro cuerpo es única para cada persona. Este carácter único viene determinado por los genes que regulan la formación de unas proteínas específicas que se hallan en la membrana celular, conocidas como antígenos de histocompatibilidad o antígenos H.
Estos antígenos determinan la interacción que existe entre la enorme cantidad de células responsables de las reacciones inmunológicas.
Gracias a este conocimiento es posible explicar porque diferentes individuos tienen distinta capacidad de respuesta a las infecciones o por qué a una célula cancerígena en algunos casos se le permite reproducirse y crear un tumor y en otros se la elimina.
El conocimiento de los antígenos H, un concepto propuesto por George Snell, ha sido de gran importancia para llevar a cabo con éxito los transplantes.
George Snell estableció los fundamentos para la compresión de las leyes que gobiernan la capacidad del cuerpo de distinguir lo que le es extraño. Demostró que la posibilidad del transplante estaba determinada por la presencia de unas estructuras especiales de la pared celular y a las que dio el nombre de antígenos de histocompatibilidad.
Otros, como los Nobel de 1990, Murray y Thomas, hicieron posible el transplante al demostrar que mediante irradiación (radioterapia) o con algunas sustancias como azatriopina se disminuía el riesgo de rechazo.Esto deprime provoca una depresión del sistema inmunitario del receptor por lo cual están expuestos a infecciones oportunistas.
Desde 1962 todos los transplantes se han realizado utilizando sustancias inmunosupresores.
Los transplantes son el resultado del trabajo de un gran número de personas, desde que con el comienzo del pasado siglo el premio Nobel de 1930 Karl Landsteiner (1868-1943) descubrió los grupos sanguíneos y además estableció una base científica para poder predecir el resultado de una transfusión.
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